Sobre anagnórisis y reencarnación perruna

Me encanta el cine, demasiado. No suelo dejarme los cuartos en la fiesta del sábado noche, pero sí en la butaca de los lunes o los miércoles. No me importa ir sola, tampoco acompañada. He ido con muletas y con fiebre, en exámenes y en festivos. La pantalla grande es sagrada. Ayer precisamente, un buen amigo me dijo que, cuando tiene una cita, la lleva 500 veces al cine antes que a una discoteca. Comparto.
En casa vivimos 5 familiares, 3 humanos y dos peludos. A lo largo de mis 27 años, he conocido 6 cuatro patas que tenían DNI y la misma licencia para vivir en nuestro hogar que yo misma. Por ello, no paraba de resonar el eco de la última del creador de Hachiko,  Lasse Hallström (como así lo hicieron “Balto, la leyenda del perro esquimal” o “Súper Agente K9”). Pero no se equivoquen, que no estamos hablando de películas tipo “Air Bud” o “Marmaduke”. Hablamos de trabajos que te vuelcan el corazón y nos dan una lección de vida. Ha sido ver ayer  “Tu Mejor Amigo” y tener que hacer un parón en mi trabajo para contaros algo:
No voy a hablar de la fotografía, ni de la música o los actores. Tampoco vamos a entrar en temas de reencarnación (aunque es algo que alguna vez sí me he planteado). Para esquivar posibles spoilers voy a limitarme a mi anagnórisis. Sé que muchos de los que me leéis  no lo vais a entender, no por falta de empatía sino por falta de experiencia. Otros a lo mejor sí. Esto va para todos.

¿Habéis perdido el norte alguna vez? Yo sí. Cuando tenía 23 años me cambió la vida completamente, en plan 180º. Os prometo que había vivido muchas cosas en mi vida (poquísimas comparado con lo que me queda), pero nada tan desconcertante como aquello. Desde hacía un tiempo se rumiaba en mi casa la posibilidad de ser uno más (ojo, no hablamos de un hermanito) pero no se lograba el asunto. Un día vimos una camada de beagles, el perro “Snoopy” del historietista Schulz. Mi padre se lanzó a la piscina y fuimos a por él. ¿Podría hacerme cargo de una criatura así? ¿Estaba segura de lo que iba a hacer? ¿Estaba yo en condiciones para darle el amor que se merecía? Es mejor dar un paso atrás, papá.
Cuando llegó en aquella furgoneta en la que apenas se veía nada por el polvo, lo vi. Era Jazz. Dicen que cuando te enamoras de verdad, sientes un click en la cabeza y se te para el corazón (algo así como un infarto, un cortocircuito). De repente mi mundo giraba en torno a esa bola de pelo rechoncha que no hacía más que comer y dormir (roncar). También rompía cosas, pero me daba igual. Comencé a echarlo de menos cuando iba a trabajar. A veces venía conmigo a dar clase porque mis alumnos lo querían mucho. Un día se puso malito y yo lloraba porque no sabía qué le pasaba ¿PERO QUÉ ME PASA A MÍ? ¡Socorro, es un pequeño catarro! Me gastaba mi sueldo en comprarle arneses para que fuera mi copiloto, y todos se los comía (jobar Jazz, no conduzco tan mal).  Se sentaba al lado del piano y mientras movía su cola, yo veía que no llevaba bien el tempo, a veces me acompañaba a los coros. Cuando venían los chicos de la banda, salía recibirlos. También los quería, porque eran buenos conmigo. Con el tiempo vi que Jazz sabía cuándo la jornada había sido un buen o mal día. Y me sorprendía porque siempre sabía cómo arreglarlo. Se sentaba a mi lado y escuchábamos vinilos de Amy, de Aretha, de Michael Jackson.

Me estoy olvidando de Zen, mi pastor alemán noble que cuida de la casa cuando el jefe, mi padre, no está. Sabe cuál es su papel, aunque a veces sigue siendo un cachorro. Aquí el colega me echó un cable en “Cinnamon” un videoclip en el que él es la estrella, me eclipsa. Y lo menciono porque también llegó en un momento difícil para papá. No solo la crisis había sacudido al país, sino que Balto (nuestro anterior guardián), nos había dejado.
Precisamente, por cosas como las de Zen y Jazz, es esta película es tan necesaria. El compromiso entre perro y dueño, la gratitud y la lealtad que pueden posicionar a un animal por encima de las personas, es indescriptible. Jazz lo está de hecho, sobre todo de los que piensan que “menos perro y más vacaciones”. Ilusos.
Recomiendo MUY ENCARECIDAMENTE la visualización de esta cinta para que entendáis lo que quiero decir. Todo perro tiene un propósito al igual que me gusta creer que todo pasa por algo. Hoy Jazz, mi mejor amigo en las buenas y en las malas, tiene 3 años y yo no sé dónde está el norte, pero gracias a él, me encontré.

Maria González
De pequeña leía el periódico junto a mi padre, ahora redacto junto a mis compañeros. Aficionada del motor y la naturaleza.

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