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Crónica: TOSEKA, NOPROCEDE

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Existe en literatura una técnica que se llama canibalización. Consiste esta, a grandes rasgos, en aprovechar todo o parte del material de un relato o novela corta para incluirlo en una obra de mayor extensión, por regla general otra novela. Permítanme que me lo auto-inflija porque, lo advertí en su momento hace un montón de meses, ha lugar con lo que vimos anoche en un llenísimo Potemkim.

Los madrileños Noprocede se merendaban la toalla de abrir la noche con solvencia y aplomo, a pesar de la consabida indiferencia del personal en todos los principios de bolos en los últimos tiempos (¿…?). Se traían bajo el brazo “Morder y Esperar”, su disco de 2019 que pronto, el próximo año según me dijeron, tendrá recambio con nuevas canciones y desde que arrancaran con “Barrera De Coral” fueron directos y al lio. Ásperos y engrasados, ojo que los tipos llevan un montón de años en el turrón, no dieron ni un minuto por perdido, me gustaron especialmente “El Karma de los Gatos” y la estupenda “Mecha Corta”, y aunque sabían que aquella no era su fiesta, se ganaron de sobra el puesto en el cartel.

“Hay banda, afortunadamente por dios, mas allá de las dichosas versiones”, aquí lo tienen, escribía un servidor a raíz de la salida del en mi opinión autentico protagonista de la cita de ayer, me refiero a “Al Traslúz” el e.p. que Toseka ponían al fin de largo, y que como se vio, debería ser el camino desde que abrieron con “Alimañas” y esa suerte de sonido urbanita que practican tan en boga hoy dentro del Rock y el Punk, llenó toda la sala.

El material propio, permítanme que obvie el ajeno por que no me interesa en lo más mínimo por la sencilla razón  de que ya sé que son buenos y pueden con él, echó chispas. Solo había que fijarse en la acogida que tuvieron canciones como “Mi Miseria” que fue una fiesta con el publico cantándola, o  el guitarreo tremebundo que enarbola “A Espalda Descubierta” para hacerse una idea.

El buen hacer de las individualidades, vuelvo a insistir en la importancia de Cristian Hernández en la batería, propició que a medida que el bolo avanzara apenas se notara el tiempo en barbecho que la banda, como todo el mundo claro, ha pasado en el hiato pandémico. Y no es tanto la cantidad, fue una hora y algo de concierto que se pasó en un suspiro y que el que suscribe vuelve a reivindicar como más que suficiente como he dicho en mis textos hasta la saciedad, sino la calidad de esas pocas composiciones (“Maniatado” rockeó duro, y el rescate de “Acorralado” fue un acierto) que invitan al optimismo pensando en lo que pueda venir.

Y fue precisamente en el final con la homónima, sin duda uno de sus mejores temas con Fran Hernández a la voz,  que se erigió como lo que a mi parecer es: una barbaridad de canción llena de épica y que en directo aún gana más, cuando más se vio la importancia del minutaje propio. La necesidad de nuevas canciones es evidente y necesaria, solo había que ver la felicidad que irradiaba el personal cuando tocaron el material del disco, y ojalá sea el siguiente paso de la banda. Mientras tanto misión cumplida amigos, porque razones hay de sobra para ser optimistas con un combo que, ya lo verán, nos va a hacer muy felices si siguen por ahí.

Paco Jiménez
El Rock n Roll es más grande que la vida

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