Ayer, Simancas dejó de ser un simple punto en el mapa para convertirse en el corazón palpitante de la cultura urbana nacional. El Negrita Music Festival 2025 estalló con fuerza, ritmo y alma en las instalaciones deportivas Los Pinos, reuniendo a miles de jóvenes llegados desde todos los rincones del país en un encuentro que ya podemos decir sin exagerar: fue el evento del año. Lo que allí ocurrió no fue solo una noche de conciertos. Fue una declaración de intenciones, un símbolo de cómo la cultura puede ser arma de doble filo: capaz de entretener y emocionar, pero también de transformar territorios, mentalidades y generaciones.
Con un cartel pensado para marcar época, el Negrita ofreció una experiencia de altura. Sobre el escenario brillaron artistas como Rubén Akita (que abrió y cerró la jornada con dos sets arrolladores), Louis BPM, Laura West, el esperadísimo Omar Courtz, el magnético Cyril Kamer y el potente directo de Alvama ICE, que regaló al público uno de los momentos más inolvidables de la noche al invitar al trompetista zamorano Tebe Ribera. La fusión entre los beats electrónicos y los metales en directo fue pura emoción. Un instante de conexión entre tradición e innovación, entre Castilla y León y el nuevo sonido urbano global.
Gracias a Pandora Producciones, que no solo ha hecho posible el evento, sino que ha permitido que medios como el nuestro pudiéramos estar allí para contarlo, para capturarlo y para compartirlo. Cuando detrás de un festival hay profesionalidad, sensibilidad cultural y ganas de hacerlo bien, se nota. Y ayer se notó. Desde la organización impecable hasta la calidad técnica, pasando por el respeto al público y al entorno, todo funcionó como un engranaje perfecto.
Este tipo de festivales no solo animan las redes sociales o llenan stories; también llenan bares, alojamientos, tiendas y calles. Son un motor de dinamización real, tangible, para pueblos como Simancas, que durante unas horas se convierten en capitales culturales. Y, sobre todo, son un altavoz para una juventud que muchas veces no encuentra espacios donde sentirse representada, donde bailar su propia identidad, donde construir comunidad desde la música y la fiesta.
Porque el Negrita no solo ha sido una fiesta. Ha sido cultura viva. Una cultura que se mueve, que vibra, que mezcla raíces y futuros. Ayer no solo se escuchó música. Se escuchó a toda una generación.
Y nosotros estuvimos allí.
Y no lo vamos a olvidar.
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