Es una fría mañana de abril en Madrid, pero un centenar de médicos, científicos, nutricionistas y bioinformáticos de múltiples nacionalidades nos reunimos en la sede del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas.

Durante dos días consecutivos, desde primera hora de la mañana hasta última hora de la tarde, se van a exponer los últimos y más relevantes avances en relación a la oncología que se han desarrollado en Europa. Todos tomamos notas, rebatimos teorías y planteamos otras nuevas, intentamos entre todos llegar a un consenso sobre cosas tan importantes como conseguir la cercanía que nuestros pacientes necesitan, que nos entiendan y poder plantearles todas las opciones terapéuticas que tienen a su alcance, u otras cosas tan novedosas como la implementación de wearables en la sanidad pública para poder tener información sobre las sensaciones de nuestros pacientes y sobre su perspectiva respecto a su estado de salud o cómo valoran la atención médica recibida, porque no olvidemos que ellos son el centro y la motivación para nuestro trabajo.

En el auditorio no se deja de escuchar el término Medicina personalizada o de precisión, o lo que es lo mismo, conseguir tanta información sobre la genética y comportamiento de los tumores como para ser capaces de generar un tratamiento único, que solo funcionará para ese paciente, pero que es tan específico que la toxicidad será mínima y el éxito estará prácticamente asegurado.

Otro término que debemos conocer para poder entender el presente, y posiblemente el futuro, de la biomedicina es el de investigación traslacional. Trasladar consiste en llevar las cosas de un sitio a otro, por ello aplicando este significado, la investigación traslacional se basa en coger los problemas de la clínica, es decir, lo que le sucede a un paciente en concreto y llevarlo al laboratorio, donde un equipo multidisciplinar de científicos buscarán una solución, en muchos casos novedosa, que podrá ayudar a muchas personas que se encuentren en la misma situación que el paciente problema. Por lo que se podría resumir en construir una potente red de comunicación entre médicos y científicos que permita mejorar drásticamente la atención ofrecida a los pacientes.

Tras 6 horas de presentaciones en el enorme auditorio, es la hora de la comida. Todo parecería indicar el descanso, bien merecido, de los biosanitarios y el disfrute de unas suculentas tapas. Sin embargo, surgen discusiones sobre pacientes que los médicos allí presentes tienen actualmente en su consulta, te preguntan por ideas para aquellos con los que no saben qué más hacer porque no responden al tratamiento, o por aquellos a quienes los efectos adversos están machacando, por lo que el tiempo destinado a la comida se convierte en una candente sesión clínica en la que todas la ideas son válidas, donde surgen grandes ideas y se pactan interesantes colaboraciones entre los diferentes asistentes para llevar a cabo investigaciones futuras.

Por la tarde siguen las sesiones magistrales y debates, similar a lo que tuvo lugar por la mañana, donde los bioinformáticos nos asombran al resto con los novedosos softwares, como por ejemplo los desarrollados para predecir el crecimiento tumoral, sobre como la asociación y mejora de varias bases de datos permiten predecir marcadores de anticuerpos en neoplasias o sobre cómo sus avances pueden mejorar la vida diaria de los pacientes. Os hablaré de todos los avances más adelante en otros artículos, pero ahora sigamos con el relato.

Por la noche vuelvo a casa, con la cabeza llena de ideas que plasmar en un cuaderno de laboratorio, con varios contactos nuevos a los que deseas preguntar cientos de cosas o con los que deseas compartir los últimos resultados de tu proyecto de investigación porque crees que les pueden ayudar, o pueden cambiar tu forma de enfocar el problema.

A la mañana siguiente es el último día del workshop, tras compartir un café con los asistentes previo a la sesión de las 8, nos dirigimos al auditorio charlando sobre las ideas surgidas tras los debates del día anterior, nos sentamos y nos preparamos para tomar notas, en lo que será un día similar al anterior, dónde poder aprender de los demás.

El congreso llega a su fin, y el frío viento me recuerda que ya es de noche. Vuelvo a casa con dos sensaciones contradictorias. La primera es de satisfacción, por todo lo aprendido, por cómo he cambiado mi forma de ver muchas cosas en tan sólo dos días y con muchas ganas de seguir trabajando para poder aportar a la gran comunidad que conformamos todos aquellos que nos dedicamos a la ciencia.

Sin embargo, la otra sensación a la que me refería es la de angustia por llevarte a casa todos aquellos casos de los que te han hablado y que no recibieron solución, sabiendo que para salvarse necesitarían que la ciencia hubiera avanzado un poco más. Pero en eso consiste lo que yo denomino Ciencia Sexy, de la que os hablaré en profundidad más adelante, pero que se podría resumir en llevar a la práctica, en el día a día, lo que antes llamábamos investigación traslacional.

Con este sentimiento agridulce escribo este artículo, porque como siempre se dice, la ciencia no es una carrera de aciertos ni de eurekas sino más bien una carrera de obstáculos, algunos puestos por la naturaleza y otros por la burocracia. Y aunque parezca un relato de ciencia ficción, esto es la rutina de médicos y científicos, quienes corren en esta carrera contrarreloj, que trabajan durante incontables horas y que luchan por cada uno de sus pacientes como si fuera su hermana, hijo o padre.

Es por ello que me gustaría utilizar mi primera publicación como llamamiento social para que entre todos hagamos posible esta #CienciaSexy, para que entre todos hagamos que la ciencia no llegue tarde para más pacientes, pero sobre todo que no se pierdan más vidas por falta de financiación, porque tenemos los  conocimientos, las ganas y por supuesto la vocación para desentrañar los secretos de la naturaleza.

#PorqueEnLaInvestigaciónNosVaLaVida

Ignacio Coll
Estudiante de medicina e investigador, miembro de numerosas sociedades tales como la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO), la Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO), la Sociedad de Inmunoterapia del cáncer (SITC) o la Sociedad Americana de Biología Celular (ASCB). Apasionado de la divulgación científica, en guerra contra las pseudociencias y buscando la respuesta a ¿Qué es el cáncer?

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