Es Julio Llamazares, un escritor con gran capacidad de sorprender, bien sea al escribir  una columna, al leer alguno de sus libros, narrando un viaje o cuando charla con los lectores en las presentaciones de sus libros.

No hace mucho, tituló su columna “El arte del silencio”, ya solo el título encierra todo un caudal de sorpresas  gratificantes y especialmente necesarias. Pues hay que ver lo que debe luchar el silencio para hacerse notar en un mundo donde el ruido impera a sus anchas, sin límite de ningún tipo y además siendo el rey del mundo mundial, pues en el momento que baja su volumen o desaparece, la gran mayoría de los oídos se desquician, saliendo rápidamente en su busca.

En ello pensaba el otro día cuando caminaba entre encinas por el camino del Junco Gordo para dirigirme a la sierra de Torralba. Es difícil encontrar espacios donde el silencio imponga su ley, quizás sea la naturaleza el mejor entorno para encontrarlo, aunque cada vez hay más problemas para disfrutarlo. El silencio es mejor no romperlo si no es para mejorarlo, leí hace poco en un artículo sobre música. En la actualidad también en el campo se rompe demasiadas veces sin mejorarlo, es fácil escuchar ruidos de coches, maquinaria, que han ido sustituyendo a cencerros y esquilas, a cantos de aves cada vez más escasas que suponían un agradable quebranto del silencio.

Reconozco, que ayer fui un privilegiado, el silencio solo fue roto por sonidos armónicos, relacionados con su entorno. Sonidos del ayer, del hoy y del mañana, en Torralba, pocos espacios quedan así.

En este aspecto somos privilegiados para encontrar espacios de silencio a nuestro alrededor, con tan solo recorrer unos km y perderte por caminos entre encinares. Caminas acompañado con un silencio espectacular, roto con tus pisadas, el sonido del viento en las hojas, el agua en los regatos, las charcas,  algún ave en el cielo, dos zorros mirones…,un escenario de película, que contemplé sentado en la cicatriz de la sierra. Abrumado por tanto silencio, pienso que  mucha gente no está dispuesta a soportarlo, después de haber metido tanto ruido en el tímpano, para muchos debe ser un calvario dejar sus tímpanos sin alimento. Quizás así se explique ver a gente corriendo o caminando entre la naturaleza con los auriculares puestos. ¡No saben lo que se pierden! Es por tanto el silencio un arte, como dice Llamazares, hay que buscarlo en los museos de la naturaleza, y como arte hay que saberlo disfrutar. ¡Bendito silencio!

Muchas y diversas actividades organicé durante mi etapa de docente, pero siempre me impactaron dos de ellas, precisamente relacionadas con el silencio. El 11M, después de los terribles atentados de Madrid, salimos todos al patio del colegio, durante cinco minutos el patio enmudeció, y mira que es difícil que un patio del colegio esté en silencio, ese silencio nos puso a todos los pelos de punta, siendo todo un homenaje y apoyo al dolor de las víctimas.

La otra guarda relación con la escucha, escuchar es difícil, sólo hay que ver las voces que hay en bares, en tertulias de TV, poca gente guarda el turno de palabra,… ¡Cuánto tiempo dedicamos los docentes a lograr el silencio, a que nos escuchen!  Propusimos quedar en silencio todo el colegio durante cinco minutos, también esa vez en los pasillos era sobrecogedor, por momentos se ponía la piel de gallina, ¿sería el miedo al silencio que comentaba Llamazares? Como para  todo, es necesario también educar para disfrutar del silencio, de lo contrario, éste se ve como un enemigo y no hay mayor paz que caminar entre encinas hablando consigo mismo, todo un arte, como el de Llamazares columnista, diciendo tantas cosas y tan bien, con unas cuantas palabras.

 

Antonio Castaño
Me encanta recorrer caminos con mi mochila a cuestas, me ilusiono con las cosas pequeñas, especialmente con la naturaleza, sin ella el caminar sería complicado. Me gusta compartir relatos, fotos, proyectos, reflexiones...

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