Son las 9 de la mañana. Me levanto después de una noche calentita con mi pijama largo y manta eléctrica, abro la ventana y 5 grados bajo cero del pacífico norte me sacuden. Bajo las escaleras. Un café caliente en mi mano y contemplo la capa blanca que cubre toda la zona de la frontera entre los estados de Washington y Oregón. Quedan muy pocos días para empezar mi semana de vacaciones y poder desconectar del ritmo frenético que la vida aquí sigue. Tras cinco meses viviendo en Estados Unidos, este ha sido uno de los momentos más pacíficos y tranquilos que he podido disfrutar.

Las últimas semanas han sido vertiginosas: finales de semestre en un país e idioma distinto, un nuevo proyecto que hemos decidido crear para hacer de VDOL algo mucho más grande e internacional, mis proyectos de voluntariado en la zona local, y como no, coordinar esta revista digital. La renovación de Visto de Otro Lado que hicimos hace un par de meses es un éxito, y funciona todavía mejor de lo que esperábamos. En este último mes hemos dado la bienvenida a dos nuevos redactores a la familia VDOL y no puedo estar más contento con el crecimiento que experimentamos. Me fascina poder gestionar este proyecto a 8,000 km de casa.

Esta experiencia es indescriptible. La mezcla de sentimientos que se amontonan cada día es tremenda. Nunca pensé que podría hacer un paréntesis tan grande en mi vida, y me cuesta entender que este paréntesis acabará. En el Ecuador te das cuenta de una cosa importante: el lenguaje no es una barrera, y si en algún momento lo es, hay que aprovecharse de ella. Tan solo pensar en decir adiós a la gente tan maravillosa que he conocido, me pone los pelos de punta. Intento no pensar en ello, pero ya he pasado el Ecuador de mi periplo, y escribo esto mientras veo la nieve caer y le doy el último sorbo a mi café. Desgraciadamente, el día llegará, y habrá que despertar.

Jorge Vicente
Especializado en comunicación y diseño, Jorge escribe sobre tecnología, cultura y música.

2 Comentarios

  1. Me veo en cierta medida reflejado en tus palabras Jorge, pues yo también estoy en el Ecuador de mi experiencia Erasmus en Escocia. Y aunque no es lo mismo que cruzar el charco, el sentimiento de haber plantado una semilla en un lugar que te está enriqueciendo tanto causa cierta melancolía.

    Tengo el consuelo de que al menos he podido, hemos podido, vivir una experiencia increíble como esta y aún todavía queda tiempo, nos queda tiempo, para sacar el máximo. Y seguro que se presentan muchas oportunidades más en el futuro.

    Un abrazo Jorge y a seguir pa’lante!!

    1. No puedo estar más de acuerdo con tus palabras. Llegados a este punto sabemos que nunca más volveremos a estar en casa, pues nuestro hogar está dividido por el mundo. Un abrazo grande, Jesús, y que nos quiten lo bailao’!

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