CrónicasFestival FACYL

Segunda crónica del Festival FACYL

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Anatole France fue un escritor francés al que le concedieron el Premio Nobel en 1921. Este tío decía una cosa de los críticos que a mi me ha marcado mucho. Verán.

La cosa es que el opinaba que un buen critico es aquel que narra las aventuras de su propia alma entre las obras maestras. Hoy cuando asumo el infortunio de que no voy a llegar al bolo de Hara Alonso con Alba G. Corral me vuelvo a acordar de la frase.

Y conste que no es que no me lo hubiera estado mascando desde que se anunciaron los horarios del festival, es que no quería aceptarlo. Intentaba auto convencerme de que al final todo iría bien, pero ni por esas, amigos. No pudo ser. Es por ello que no estaría de más aclararles algo antes de seguir: esta crónica es una mentira y yo un estafador de poca monta. No hay música de la que hablar, por que no he podido llegar al bolo.

Así que imaginen mi estado de ánimo cuando me encuentro con gente que ha pasado por allí y me habla maravillas de lo que ha sucedido en el Liceo hoy. No será por que un servidor no haya dicho hasta la saciedad que la parte musical del FACYL esta edición era muy importante y nos iba a dar muchas alegrías. Y esto lo repito una vez más, con el que puede ser el bolo del festival asomando. Me refiero al pase de Rodrigo Cuevas (que ya arrasó en la charla de por la tarde con todo el papel agotado) mañana que, si se hubiera podido, habría sido genial que movieran al C.A.E.M. dada la demanda, ojo que han puesto otras pocas a la venta, y las ganas que ha suscitado.

Como fuere me enchufo a San Eloy para ver Ars Electronica y una de las frases que rige mi vida “artística” me golpea en medio de la cara. No faltan contenedores, faltan contenidos. He estado docenas de veces en esa sala y hoy, llámenlo el placebo del festi o lo que quieran, me sentí más en casa que nunca. Por supuesto que no soy quien para juzgarlo, me viene tan grande hablar de una obra así que me asusto solo de pensarlo, pero me parece obligada si se puede una visita. Esa explicación, hacer visible el papel de los festivales en la vida cultural de las ciudades, me parece extraordinaria (y me incluyo por la parte que me toca, oigan) y me atrapa. Y, además, qué diablos, es que es verdad. Y si se fijan en lo que el que suscribe ha escrito del Facyl a eso en parte es a lo que me refiero.

En medio de todo el fregado me encuentro con una de los capos de la enseñanza del arte en la ciudad, el ínclito J. P. a la sazón amigo del que suscribe desde hace tantos años que ni me acuerdo, que me corrige la deriva que tengo en mis crónicas aquí con que el Facyl es ahora un festival de vanguardias. No lo es, me dice. Lo fue en sus primeras ediciones, pero ahora no. De acuerdo excelencia.

Le tiro de la lengua para que me de su opinión de la edición de este año, pero el jodio no pica. En mis últimos textos del festival este fin de semana para esta casa, ya les contaré algunas opiniones de mi encuesta particular.

Mañana no se si podré escribirles.

La prensa se va a la tercera.

La prensa se va a la tercera.

La prensa se va a la tercera.

Estúpido mantra que rige los designios de mi vida, y que contrarresto con Zappa: El periodismo musical consiste en gente que no sabe escribir entrevistando a gente que no sabe hablar para gente que no sabe leer.

Amén.

Ya les cuento más…

Foto: Víctor J. Fry

Paco Jiménez
El Rock n Roll es más grande que la vida

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