Estoy varado como siempre en el hueco de la sala que me he construido a base de años de ver bolos allí mirando al tipo que canta, mientras ni se inmuta a pesar de que, desde hace un momento, una de las cuerdas de su guitarra cuelga inerte. Acaba de pasar una de las cosas mas bellas de una noche repleta de momentos emocionantes en la que, probablemente, encaraban el concierto mas importante y comprometido de su historia como músicos y como banda. En una pirueta genial, la banda ha decidido llevar cada uno una cami de un grupo de Salamanca, y la explicación y apología que hacen de ello me llega al corazón por razones obvias. Uno no se pasa media vida hablando, y peleando, hasta la saciedad de y por la mejor escena del mundo (en mi modesta opinión, claro) sin que cosas como esta no le afecten. Y ojo que, repito, es solo una más. La explosivo de la noche en realidad fueron las canciones. Esas que, ay amigos, merecen no perderse de ninguna manera entre los falsos augurios de artista no tan novel y que, casi sin darnos cuenta, nos hicieron cantar, bailar y acordarnos de por que encumbramos a Mumford&Sons o a La M.O.D.A. en su momento. Ese folk que la escena británica, tal vez la mas prolífica e importante del mundo con la irlandesa, ha conseguido llevar a los estadios y convertir en un fenómeno de masas sin complejos. Y es que cuando uno maneja en un pase tan antológico temas como “La Canción de mis Botas” (recorrieron su primer álbum “Grita” casi al completo) o “Chico Nube” (en la que Sergio Dimald el artífice de todo el lio, se bajó a la olla solo), la apuesta es segura. La excusa, la presentación del flamante nuevo álbum “Naufragos”, se reveló necesaria claro, las nuevas canciones ya están perfectamente acopladas y sorprendentemente rodadas para el directo. Con unas individualidades acertadas sin histrionismos afortunadamente, Dimald estuvo en grande con su voz, guitarra y, ojo a esto, armónica y la base rítmica de Fernando Pérez y Hugo Marte marcó el discurrir del bolo pero la autentica triunfadora de la noche fue Lucia Urones y su violín que, ya lo quisieran para si media docena de artistas “grandes” que podríamos citar todos, marcó los temas (“Naufragos”,  la alegria de vivir de “El Faro” o la melancolía que emana de su sonido en “Hacen”) a fuego. El añadido de el multi-instrumenteo del gran Diego Hernández fue un acierto, que duda cabe, para ayudar y mucho a la banda, y la capacidad en el cajón de Gonzalo Fantasía no hizo cuestionarse el por que de su inclusión con esa batería tan potente. ¿Detalles?, muchos: La divertida anécdota de desvelar la colabo de David Ruiz en “Mares de Arena”, las incursiones de Xavy AKD con sus frasesos puntuales ( me quedo con su aportación en “Nubes de Invierno” con ese inicio de canción tan desconcertantemente funk), el roze de la épica cuando atacaron “Mercancía” y su decisión (me quito el sombrero por dios, ojalá cunda el ejemplo) de no bises, lo bueno si breve, les honra sin duda. Y para cerrar “Hijos de la Libertad” demostró que cuando pisan el acelerador también van sobrados, así que si. Gran noche. Ya les seguiré contando en las cabeceras que ustedes saben, en unos días me reuno con la banda en una entrevista que después de lo visto ayer se antoja necesaria.

Paco Jiménez
El Rock n Roll es más grande que la vida

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