El pasado viernes, Viva Suecia no solo dio un concierto. Ofreció un testimonio. Una declaración de amor a la música, al arte en vivo y a la monumentalidad de un lugar que respira historia. El Teatro Romano de Mérida, más que un recinto, se convirtió en un santuario donde el indie rock murciano encontró su lugar más sagrado.
«Cuando nos preguntaron dónde queríamos tocar, dijimos muchas veces el Teatro Romano de Mérida», confesaba Rafa Val, vocalista de la banda, como quien se emociona al cumplir un sueño demasiado grande como para ser contenido en palabras. Y ese sueño no solo se materializó: reventó en forma de lleno absoluto, aplausos, coros y estrenos.
Porque sí, Mérida fue testigo del estreno mundial de ‘Sangre’, el nuevo single de Viva Suecia. Un lanzamiento en directo, valiente, cargado de simbolismo, que convirtió una actuación en un momento histórico. Pocas veces se vive una primera vez con la sensación de estar participando en algo más grande que uno mismo. Y eso fue lo que ocurrió entre las piedras bimilenarias del teatro: una comunidad emocional compartida entre banda y público.
El repertorio, perfectamente hilado, alternó clásicos como ‘Bien por ti’, ‘A dónde ir’ o ‘La orilla’ con composiciones más recientes que muestran la madurez del grupo. Viva Suecia ha sabido evolucionar sin traicionar su esencia: eso que los conecta con miles de personas que, canción tras canción, se ven reflejadas en sus letras y en esa intensidad tan propia que no entiende de modas.
En este contexto, el Stone&Music Festival sigue demostrando por qué se ha convertido en una cita imprescindible. No es solo una cuestión de cartel –que este fin de semana completan Lori Meyers y Raphael–, sino de entender que la música también es patrimonio, y que el entorno forma parte de la experiencia. Lo de Viva Suecia no habría sido lo mismo en ningún otro lugar.
La entrega de la estatuilla Stone M fue la guinda de una noche que no necesita decorado, solo verdad. Y Viva Suecia fue verdad pura. Una banda que, lejos de acomodarse en el éxito, sigue sangrando arte sobre el escenario.
Porque hay conciertos que se recuerdan, y otros que se sienten. Y lo del viernes en Mérida fue exactamente eso: sentir. De principio a fin.
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