Había pasado mucho tiempo desde que el valiente muchacho decidió dar un cambio radical en su vida. De vez en cuando le venían a la mente reminiscencias de aventuras vividas con su abuelo, por lo que cada vez que le ocurría no le parecía algo extraño. 

Una noche de reflexión junto al lago, cada vez más contaminado debido al vertido de todos sus experimentos fallidos, tuvo otro recuerdo generado a partir del detector de sueños. 

Sin embargo, en este caso, solo era capaz de ver de forma entrecortada la casa del abuelo y un haz de luz brillante en el tejado, señalando la buhardilla. Parecía una pista, una llamada que le estaba haciendo el abuelo desde el cielo. La complicidad latente entre nieto y el abuelo hizo que el joven no esperase a que terminara la visión para ir corriendo a cumplir con lo que el abuelo le estaba sugiriendo, sin saber aún de qué se trataba. 

La soledad le había aportado ciertos valores: la tranquilidad y paciencia eran algunos de ellos. Después de tanto tiempo sin visitar la gran urbe, situada a unos veinte minutos a pie de su acogedor espacio tecnológico donde se había establecido. En vez de ir raudo hacia la casa de su abuelo, el chico dio paso a la introspección mientras observaba lugares emblemáticos de su ciudad: el río Tormes, La Casa Lis; incluso el majestuoso e imponente palacio situado en la plaza de Anaya, donde acudía a sus clases rutinarias como universitario años atrás, fueron algunos de ellos.  

Tras una larga caminata, nuestro protagonista se plantó delante del dúplex de su abuelo en el barrio del Oeste. Expectante, echó un rápido vistazo alrededor, observando verdadero arte. Un lugar admirable compuesto por obras pictóricas en cada rincón.  

Cuando por fin se decidió a acceder al hogar de su abuelo cayó en la cuenta de que no tenía forma de entrar, sin embargo, mientras subía al ático en el ascensor pensó que tal vez algún vecino conservaba la llave. 

Lo que tuvo lugar a continuación lo dejó petrificado. Se encontró con una gran cruz dibujada sobre la puerta, en tonos oscuros, al igual que su mente en ese momento, ya que al caer en la cuenta de que la puerta estaba abierta se estaba temiendo lo peor. Sin embargo, tras un suspiro, empujó la puerta de entrada con decisión y se adentró en el hogar del abuelo. 

Sergio Zurdo
Proyecto de filólogo y seguidor de la lengua de Shakespeare. Intento hacer de lo onírico algo real a través de la literatura para vivir miles de vidas en una sola.

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