CrónicasculturaPaco Jiménez

MINIÑO, SALA SIROCO | INVERFEST, MADRID

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Lo único bueno que tiene “Estrategias sobrenaturales para montar un grupo de Rock” (el libro del desconcertante Ian Svenonius) es a mi modesto entender el titulo. Desde que Miniño despegaron como grupo serio, superados ya los finales de sus anteriores bandas, me ha maravillado como esos cuatro fueran a parar a un proyecto como ese, y que  no les explotara en la cara.

Y conste que no me refiero a peleas de gallos por un quítame allá de ridículos egos, sino a la conjunción de los talentos de todos, prolongados de forma natural de esas anteriores aventuras de las que les hablaba antes, fluyendo hacía esa suerte de “Post Muchascosas” (Indie y Screamo sobre todo, pero también Pop altamente radiable) que facturan, y que se ha convertido desde el principio en la marca mas reconocible de la casa. La asignatura pendiente que dejaban ver desde sus primeros compromisos de directo, la falta de un numero abultado de ellos que engrasara todo el mecanismo, podría ser el único escollo y autentico talón de Aquiles de la banda, pero afortunadamente tiene solución a base de, es fácil, salir a tocar como están haciendo.

Y de ahí la importancia de la comprometida, siempre los son, noche madrileña para ver donde está la banda ahora mismo.

Hay un abismo entre la clara militancia amateur, no hablo de carreras individuales sino del combo, del principio, y el grupo que toma ahora el escenario, y la cita de la Siroco, enclavada en la programación del todopoderoso Inverfest lo evidenció claramente. Otra cosa es como discurrió luego aquello.

Digna sería la palabra adecuada para la entrada, domingo tarde no lo olviden, que arropó a los protagonistas desde que abrieron con “Gris” tras la intro. Enganchó, y mucho seamos claros, la ultima canción que han puesto en marcha, la estupenda “Un Invento”, y se vieron muchos destellos de brillantez con el enroque que hacen con las dos voces a lo largo de toda la comparecencia, la de Diego Hernández a la par que la de Miguel Espinoza, mandando en la traslación al escenario de los temas. El inicio popie de “Dime que tal”, las duras alternancias al cantar de “Volverán”, las dos capas de “Bajo el mismo Sol”, la casi épica de “11 de Junio”, o el estribillo pegajoso del estreno de “Que Desastre” funcionan, y muy bien es cierto, pero no fueron implacables, ni suficientes, en un día en el que hubiéramos tenido que salir de allí en ambulancia.

La parte final “Ya no siento” el hit “Azul Clarito” con el intercalado de una par de frases del celebérrimo “El Fin del Mundo” y la estupenda suciedad de “Otros Labios” obligaron a cantar y a bailar pero fue, a eso voy, tímidamente.

¿Fue un buen concierto?, sin duda.

¿Fue un gran concierto?, no, ni hablar.

Fue en opinión  del que suscribe, un ensayo general para cuando venga esa noche.

 

Foto. Irene de Anta

Paco Jiménez
El Rock n Roll es más grande que la vida

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